Crecí anhelando que sus majestades orientales me trajeran algún año el super barco pirata; nunca sucedió, por aquello de que las habas no daban para semejante despliegue naviero.
Los piratas eran “lo más”, super aventureros, valientes, intrépidos, se dedicaban a buscar tesoros en el mar….. ¡Un momento! ¿En el mar crecen tesoros? ¿De dónde salían esos cofres llenos de oro? Nunca me lo pregunté, simplemente los piratas molaban.
Con los años entendí que los piratas eran los malos super ilegales que saqueaban y abordaban barcos de “los buenos”, muy legales ellos, que transportaban riquezas de países conquistados al suyo, y de paso personas para salvarlas/esclavizarlas al servicio de una civilización superior.
Más mayorcita he visto como los cofres de monedas se han transformado en petróleo, gas, diamantes, coltán…. Que “los buenos” siguen trayendo de forma legal a nuestras tierras, que por lo visto siguen siendo más merecedoras de estos recursos que su lugar de origen. Los esclavos ya no hace falta traerlos en barco, desde su casa pueden hacer el trabajo y ya aquí lo comercializamos.
Y esta historia se me ocurre esta semana conectando dos noticias:
– Volver a oír palabras como “reconquistar territorios”.
– Un barco que se dedica a rescatar tesoros –bueno, en realidad personas y familias a la deriva en el mar- y que resulta ser “malo” y no puede salir del puerto porque realiza una actividad ilegal.
Y creo que ya no quiero el barco pirata, prefiero el que rescata personas. Y me replanteo el imaginario colectivo sobre el que nos han educado y seguirnos educando a nuestr@s niñ@s: la importancia de los relatos, de cómo se narra la historia, de conocerla, de despertar el pensamiento crítico; y otras nimiedades como la filosofía o la ética.
Porque si comprendemos que no escogemos dónde nacemos, y que no es ningún mérito personal ser de aquí o de allí; quizás tengamos más capacidad empática, quizás podamos ponernos en el lugar de otras muchas personas que -al igual que nosotros- no han elegido nacer en ningún sitio en concreto, y seguro aman su tierra tanto como nosotros la nuestra. Pero han tomado la difícil decisión de dejarlo todo atrás y lanzarse al mar sin nada, con mucho miedo seguro, enorme pena, sin ninguna certeza, y con la esperanza de encontrar una vida mejor o al menos más segura para ellos y los suyos.
Y el mar se los está tragando: a ellos, sus miedos, esperanzas, penas… todo. Y por aquí seguimos sin ver que nuestra tierra no es un fuerte que defender, porque nadie lo ataca, y tampoco es una posesión cual feudo medieval, sino más bien una suerte, un privilegio – a nivel de derechos vitales me refiero- que se nos ha concedido sólo por el hecho de haber sido paridos aquí. Y de paso sin reconocer que algo tenemos que ver, histórica y actualmente, en que en esos países haya gente que no puede seguir viviendo en paz en su tierra y decida abandonarla.
Así que voy a redefinir mi concepto de piratas, de los buenos y los malos, de la legalidad, porque no me gusta lo que veo: no me gusta que haya “personas ilegales”, ni que haya barcos que sean “malos” por salvar la vida a personas.
#FreeOpenArms
Elena Vélez Agustín