Hace unos meses leí un artículo médico que –aparentemente tirando piedras sobre su propio tejado- ponía en cuestión lo que llamaban la “extinción del niño sano”.
Viene a decir que cada vez es más difícil encontrar un niño con un historial médico inmaculado, sin ninguna etiqueta que patologice -y lo que es peor cronifique- procesos y respuestas más o menos frecuentes de nuestro organismo en desarrollo: pieles atópicas, hipersensibilidades, intolerancias alimentarias…
Pero no me preocupan tanto las etiquetas dermatológicas o digestivo funcionales cuya peor consecuencia es pasar el resto de la vida embadurnados en cremas o con una incómoda dieta. Las etiquetas realmente dañinas no hablan sobre lo que los niños “tienen”, sino sobre lo que “son”. Sigue leyendo