Finaliza un curso escolar y muchos padres, entes incluso de comenzar el tiempo de disfrute de las vacaciones, ya comienzan a temblar pensando en el inicio del próximo curso: “¿se adaptara bien?”;”¿ lo pasará mal al principio?”;”¿ le gustará su nueva maestra?”;”¿ hará amigos?”……
Cierto es que nadie podemos dar una respuesta exacta a estos temores, ya que cada niño es un mundo y cada momento en su vida es diferente y lo afronta de forma diferente. Son muchas las variables que intervienen y condicionan el proceso: temperamento, experiencias previas, capacidad de adaptación a los cambios, flexibilidad… Son las que son, es la mochila con la que se presenta nuestro hijo ante el nuevo reto que supone una adaptación escolar y poco podemos hacer ya para modificarlas.
Pero en realidad hay mucho que podemos hacer, ya que el factor más importante que determinará la forma en que se resuelva este momento está en gran medida en nuestras manos, y es la forma en la que les acompañemos y preparemos para afrontarlo y gestionarlo, que dependerá de la forma en que lo afrontemos y gestionemos nosotros.
Propongo algunas claves que pueden ayudar a hacer un buen acompañamiento en el proceso de adaptación al nuevo curso escolar:
- Planificación. La improvisación en educación siempre es mala compañera, sabemos que el momento llegará y podemos ir preparándonos para cuando llegue. Podemos hablar a nuestr@ hij@ de la nueva escuela, el nombre de su maestra o el de la clase si los sabemos, explicarle que tendrá un patio muy grande, que jugará con muchos niños….. No hace falta ser incisivos ni monotemáticos, pero sí podemos sacar el tema de vez en cuando durante las vacaciones de verano para ir introduciendo normalidad al asunto y permitirle que pueda anticipar.
- Regularidad. Sobre todo en horarios y sobre todo durante el periodo de adaptación, pero también antes. Podemos ir adecuando unos días antes los horarios de sueño y comidas a los que serán una vez iniciado el curso. De esta forma, a los muchos cambios a asimilar, no se sumarán el cansancio, la falta de sueño, el hambre… tener el cuerpo preparado y los ritmos biológicos ajustados será una gran ayuda.
- Estabilidad. En la medida de lo posible sería recomendable no hacer coincidir cambios adicionales durante el proceso. La adaptación escolar en sí misma ya es un gran cambio que hará tambalear muchos de sus “seguros” a los que aferrarse, e intentar mantener cierta estabilidad en el resto de sus rutinas les ayuda a sentirse más seguros. No siempre es posible y algunos son inevitables, pero por ejemplo podemos adelantar o posponer cambios ambientales: mudanzas, cambio de habitación, de canguro…; o cambios relacionados con los hábitos como, el destete, la desaparición del chupete, pañal…. No nos viene de unas semanas hacerlos y estarán mucho más preparados para asumirlos una vez superada la adaptación.
- Constancia. Llegado el momento ser constantes; en ocasiones ante los momentos difíciles estamos tentados de dar algún paso atrás: reducir el horario planeado o dejarlo algún día con los abuelos para que se calme y coja fuerzas…. No son buenas ideas, únicamente alargamos el proceso e introducimos incertidumbre; mientras que la regularidad y la constancia siempre ayudan a consolidar cualquier hábito de forma más rápida.
- Confianza. Debemos confiar en ellos, en que son realmente capaces de conseguirlo, y transmitirles esta confianza. En ocasiones, y aunque no sea nuestra intención, nuestras dudas les trasmiten de forma sutil cierta falta de confianza que acaban interiorizando. De hecho a menudo son ellos los que nos sorprenden a nosotros afrontando y superando retos que se nos hacían un mundo sólo de pensarlos. Démosles pues ese voto de confianza, vayamos por delante y proyectemos en positivo.
- Optimismo. Relacionado con lo anterior, mensajes positivos de ánimo. Explicar las muchas ventajas del nuevo cole, que al principio igual es un poco raro pero pronto harán nuevos amigos; enseñarles en definitiva el lado positivo de la nueva situación aunque ellos de momento no puedan verlo.
- Sinceridad. Siempre. Deben poder confiar en nosotros que somos su principal fuente de seguridad, por lo que engañar no es una opción válida en ningún caso. Nos toca ser honestos, valientes y sinceros. No vale –y las he visto todas- esconder la mochila del cole hasta llegar a la puerta, o decir “es un momentito voy a comprar y vuelvo”, cuando el peque tiene 8 horas por delante; o lo que es peor: esperar a que esté despistado y no mire y salir corriendo sin despedirse. No vale hacer trampas.
- Empatía. Reconocer sus emociones –también y sobre todo las negativas- y legitimarlas en vez de tratar de mitigarlas. Sustituir el socorrido “No llores que no te pasa nada”, por un “Sé que estás triste y quieres quedarte más rato con mamá, pero se han acabado las vacaciones y toca venir al cole a aprender mucho y pasártelo genial”. Es un gran mensaje en el que además de demostrar que estamos ahí y sabemos lo que pasa, estamos siendo sinceros y positivos. Si además añadimos “Mamá también está triste y preferiría pasar la mañana jugando contigo en vez de ir a trabajar” estaremos convirtiéndonos en un gran modelo de gestión emocional, reconociendo nuestras emociones negativas y expresándolas.
- Calma. Difícil pero fundamental. Ser capaces de mantener la calma y transmitírsela, sobre todo en los momentos críticos. Y dependerá mucho de cómo nosotros afrontemos estos momentos para que ellos los resuelvan de una forma u otra. En ésta y muchas otras situaciones, como adultos les debemos el esfuerzo de mantener la calma, no podemos ser los primeros en perder los nervios o derrumbarnos cuando ellos estan más perdidos y desarmados que nosotros.
- Cominicación. No sólo en casa, sino también con el centro educativo. Establecer desde el primer momento una relación de fluida y de confianza, resolver todas nuestras dudas, poder expresar nuestras necesidades y recibir toda la información que necesitamos para ayudar a nuestros hijos en el día a día será de gran ayuda.
- Paciencia. La madre de todas las ciencias, y con los niños más. Los cambios cuestan, a todos, y debemos dar el tiempo necesario para que se asimilen, las prisas aquí no valen. Imagina un primer día de trabajo en un sitio nuevo, después de unas vacaciones estupendas: pereza, nervios, nostalgia, incertidumbre, ilusión, inseguridad, miedos… Si a todo ello sumamos su dificultad para manejar las emociones y el hecho -no nos olvidemos- de que ellos no han tomado la decisión sino que les ha venido impuesta, pues toca darles un tiempo de margen, ¿no?.
Todas ellas sirven para hacer un buen acompañamiento no sólo en el proceso de adaptación escolar, sino en muchos momentos en la vida, en su vida. Anticipar y preparar los cambios, ser sinceros, transmitir seguridad y confianza, escucharles, comprender y dejarles expresar sus emociones, y ser pacientes y darles el tiempo que necesitan nos convertirán en los mejores compañeros de vida de nuestros hijos.
Elena Vélez